lunes, 14 de febrero de 2011

AL CAER LA NOCHE

Al caer la noche, es como volver a empezar. Es ese momento del día donde el agitado paso se desacelera y el estar solo no me incomoda. Es el punto muerto en el que sumerjo cuerpo y mente por completo en el tiempo, desconectando todo elemento que me permita saber del otro. Y pienso, medito, deliro. Por qué dije lo que dije o hice lo que hice. Como llegue hasta acá. Y ahora qué?. Ahora me aseguro de no querer irme de este lugar, de mis cosas, de mis afectos. Cuando paso llave para entrar a mi guarida siempre, pero siempre, experimento esa única sensación de llegar al lugar indicado, en el momento indicado. Entonces la cerveza helada que dejé descansar durante toda la jornada me da la mejor de las bienvenidas. Y ahora sí lo que espere durante todo el PUTO día: encontrarme a mi mismo. En mi espacio puedo hacerlo. Lo sé. Y no me importa nada, pero nada. Que la noche llegue con lluvia, frio, calor sofocante, humedad o estrellas y luna llena. Claro que... para llegar hasta aquí tuve que soportar subte, bondi o taxi (dependiendo de la ecuación tiempo-dinero-espacio). El resto llegará como llegan las mejores cosas en la vida: casi sin querer. Pero ahora soy y tengo todo lo que quiero ser y tener en este preciso momento. Sumo algún cuelgue, un duchazo con jabón de glicerina (limón-naranja es la mejor combinación posible) y unos oportunos tentempiés. Agrego música y listo. Play. Mi vida se detuvo. Sólo por un rato. Y ya no es lo mismo. En poco tiempo más todo volverá a ser como es. Como debe ser. ¿Como debe ser?.