Dieciséis fueron las campanadas que resonaron para anunciar que la misa iba a comenzar. Y allí nadie bostezó. Cantos gregorianos, un incienciario gigante, monjes danzantes encapuchados y entonces sí, el show va a comenzar. Oh my god, Oh my god, Oh my MDNA. Como un mantra, Madonna repite cinco, siete, tal vez diez veces la frase más provocativa de su show. Nuevamente, la Iglesia es su propósito y su blanco; al fin de cuentas es la usina de la que se ha nutrido a lo largo de treinta años de carrera. También lo es el erotismo y la provocación. Porque en el MDNA Tour están todas las Madonna posibles.
Es dificil de explicar la sensación cuando se apagan las luces y todos sabemos que la fiesta va a comenzar. También es extraño para muchos entender que esta mujer nos provocó una identificación inmediata desde el primer momento en que la conocimos, pero eso no nos tiene que importar ahora. La misma emoción de hace cuatro años se repite en River (por partida doble) y esta vez también en el Kempes cordobés. Apelando a todos los simbolos posibles, el ADN del pop se pone en marcha y resulta arrollador(a).
La segunda parte del show promedia con una lúcida interpretación de "Masterpiece" (faltó en CBA por el apagón) acompañada con el trio vasco-francés Kalakan, los guardianes de la rubia en el escenario. Llega entonces el mejor interludio "Justify my love" y la mejor parte de la noche "Femenino/Masculino" con la inoxidable "Vogue", "Candy Shop-Erótica" (versión cabaret) más un sugestivo juego de espejos con "Human Nature". Con un elocuente "EVA" tatuado en su trabajado espaldar nuestra Evita canta (demagogía al margen) "Don't cry for me Argentina" (sólo en Baires) y ya nada será lo mismo. Es sublime la interpretación musical y actoral que regala en la acústica "Love Spent". El futuro ya está aquí y lo trae desde su MDNA con "I'm Addicted" y "I'm a Sinner", toda una declaración de principios. No se concibe final posible en un recital de Madonna si no es festejandolo a lo grande. Por eso "Like a Prayer" (a esta altura de la vida un himno) y "Celebration" resulta el mejor final feliz para una, dos y hasta tres noches Madonnianas argentinas. Esas que tuvieron contrapuntos, claro pero ni la espera, la "fiebre" y el apagón pudieron mitigar lo vivido durante los casi 120 minutos de show. De principio a fin. Sin repetir y sin soplar, M. lo hizo de nuevo.
