lunes, 16 de septiembre de 2013

LA OBSESION INFINITA DEL DOLOR


–Vengo pensando en suicidarme desde que era muy pequeña. Para salirme fuera de esa idea, es que trabajo en el arte. Hago mis obras para sobrevivir al dolor, al deseo de muerte; pero luego el dolor vuelve a mí una, y otra, y otra vez. Sigo, todavía, en ese proceso de repetición. Pero voy a mantenerme luchando, y voy a darme cuenta de que la lucha terminará, en un instante: sólo cuando me llegue la muerte.
                                                                                                                                                                          Yayoi Kusama.    

Famosa en todo el mundo desde hace décadas por sus singulares obras, Kusama es también muy conocida por su difícil historia personal. Nacida en una familia japonesa tradicional, de clase media provinciana, con una madre atroz que le hacía seguir a su padre cuando se iba con sus amantes geishas –para luego obligarla a describir las escenas de sexo presenciadas y descargar sobre ella la ira–, Yayoi quedó aterrorizada del sexo durante toda su vida y muy traumatizada desde pequeña. Así comenzó a sufrir alucinaciones visuales y auditivas desde niña. Veía auras alrededor de los objetos y escuchaba hablar a los animales y plantas. En 1957 logró escapar del infierno con un viaje a los Estados Unidos. Entonces comenzó una nueva etapa en Nueva York, donde desarrolló la que sería su marca personal. Por todos lados aparecen lunares. “Es parte de su práctica de “autoborramiento”, explica Larratt-Smith, uno de los curadores de la exposición que se exhibe en Malba. Cada lunar es un rostro en el Cosmos y expresa, para Kusama, un deseo de paz, pero al mismo tiempo demuestra una repetitiva presencia de dolor. A los 84 años desarrolla toda su obra instalada en un neuropsiquiátrico japonés.


  

Yayoi Kusama. Obsesión infinita
Curadores: Philip Larratt-Smith y Frances Morris. 
Del 30 de junio al 16 de septiembre. 
Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires