"Soy varón, tengo 23 años y produzco leche. Nunca me habían dolido tanto los pechos, ni siquiera cuando los matones del secundario me retorcían las tetas. Ellos ya tenían vello ahí abajo mucho antes de que yo dejara de jugar con muñecas. Llevo meses sin masturbarme porque he perdido la imaginación. Cierro los ojos y veo a mi padre, niñas, pastores alemanes y comentaristas de noticieros, pero no a chicas desnudas y voluptuosas haciendo mohínes y estremeciéndose de placer con las posturas ilusorias que evoco en mi mente. No; cuando cierro los ojos, veo lagartijas y bebés sirena, aquellos que han nacido deformes porque sus madres tomaban píldoras anticonceptivas nocivas. Tocarme me da auténtico pavor.”
Intentar descifrar qué pasó por la mente de Kurt Cobain hace hoy exactamente 16 años atrás resultaría tan complejo como imposible. Además de innecesario para mi. Más allá de leer todas las biografías publicadas o de mirar una y otra vez "Last Days" esa magnifica "piedra preciosa" de Gus Vant Sant, donde no se pretende explicar por qué pasó lo que pasó, sino solo impactarnos con las crudas obsesiones del líder de Nirvana a través de las perturbadoras letras de sus canciones.
"No leas mi diario en mi ausencia."
"Vale, ahora me voy a trabajar. Esta mañana cuando te levantes, por favor, lee mi diario. Registra mis cosas y trata de entenderme."
Desde el comienzo y con su tapa profundamente negra, lo que subyace a lo largo de sus más de 300 paginas es que el dolor ajeno resulta imposible de develar, aun cuando las reflexiones más íntimas estén descarnadamente al alcance del lector. Un misterio imposible de descifrar.
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