lunes, 24 de septiembre de 2012

ME ACUERDO (TODAVÍA)

Me acuerdo de desear haber sabido antes lo que sé ahora.
Me acuerdo de los días lluviosos a través de la ventana.
Me acuerdo de la dulzura de Marilyn Monroe en Vidas rebeldes.
Me acuerdo de muchos primeros días de colegio. Y de ese sentimiento de vacío.
Me acuerdo de una placa colgada en la pared encima del televisor que decía “Dios bendiga nuestra casa hipotecada”.
Me acuerdo de algunas experiencias sexuales precoces y de las rodillas desolladas. Estoy convencido de que el sexo ahora es mucho mejor que antes, pero echo de menos las rodillas desolladas.
Me acuerdo, luego, de algunos besos. Y de, finalmente, reunir el valor para meter mi lengua en su boca, pero (¿qué viene ahora?) (¡socorro!), y entonces fue todo meter y sacar, meter y sacar, hasta que empezó a parecer un poco raro y comprendí entonces que era un palurdo.
Me acuerdo de cuando (fumado) el pensamiento más profundo del mundo se te evapora antes de encontrar un lápiz.
Me acuerdo de reflexionar sobre si se debe o no se debe matar una mosca.
Me acuerdo de un hombre gordo que vendía seguros. Un caluroso día de verano fuimos a visitarlo y llevaba puestos unos pantalones cortos y cuando se sentó se le salió un huevo. Me acuerdo de que era igual de difícil mirarlo que no mirarlo.
Me acuerdo de que cuando vivía en Boston me leí todas las novelas de Dostoievski una detrás de otra.
Me acuerdo de un chico con el que hice el amor una vez y de que cuando terminamos me preguntó si yo creía en Dios.
Me acuerdo de cuando creía que nada que fuese viejo podía tener valor.
Me acuerdo de los lecheros. De los carteros. De las toallas para invitados. De los felpudos de “Bienvenidos”. Y de las señoras de Avon.
Me acuerdo de evitar mirar a los lisiados.
Me acuerdo de lo excitante que es ver fugazmente un cuerpo desnudo en una ventana, aunque en realidad no hayas visto nada.
Me acuerdo de reordenar las cajas de caramelos para que no pareciese que faltaban tantos.
Me acuerdo de lo bien que puede saber un vaso de agua después de un helado.
Me acuerdo del día en que murió Marilyn Monroe.
Me acuerdo de muchos septiembres.
Me acuerdo de un día muy caluroso de verano en el que se me ocurrió poner cubitos de hielo en la pecera y se murieron todos los pescaditos.
Me acuerdo de esa sacudida que te da justo antes de quedarte dormido. Como cayéndote.
Me acuerdo de ponerme mi mejor ropa para ir a comprar ropa nueva.
Me acuerdo de llenar la cubetera hasta arriba y de intentar llevarla hasta el congelador sin que se me derrame nada.
Me acuerdo de los sonidos de las retransmisiones de béisbol que llegaban desde el garaje los sábados por la tarde.
Me acuerdo de la gente, en la calle cuando se ponía a llover, saliendo disparada con la cara contraída.
Me acuerdo de los cumpleaños.
Me acuerdo de lo que cuesta poner fin con naturalidad a una carcajada en público.
Me acuerdo de esas veces en que no sabes si estás muy feliz o muy triste. (Los ojos llorosos y el corazón alegre.)
Me acuerdo de intentar imaginarme de qué va todo esto. (La vida.)

Fragmento extraído de Me acuerdo, de Joe Brainard
ISBN: 978-84-96867-45-1