lunes, 10 de agosto de 2009

I DESERVE IT

Lo merecía. En el primer día de un pequeño descanzo y después de un día del niño -sin niños-, fue el mejor plan para arrancar la semana. Media mañana. Viajo. Llego a San Telmo. Lo camino como tanta veces. No hace frió y hay sol. Sigo y bajo hasta Puerto Madero. Después de una ausencia obligada por la paranoia de la Gripe A, vuelvo al primer amor. Como se vuelve siempre: solo. Elegí "Ponyo y el misterio de la sirenita". Y no me arrepiento!.

Del notable creador japones Hayao Miyazaki (El viaje de chihiro) Ponyo y el misterio de la sirenita sorprende por lo simple y natural. Y ofrece al espectador -de cualquier edad- la increible y hermosa historia que más o menos contare.

Sosuke un niño japones de 5 años que vive con su madre en una casa costera, descubre en la playa una niña pez roja que luego de trabar amistad con él, decide ser humana para entregarle su amor definitivamente. Así Ponyo se queda a vivir en la tierra, dejando definitivamente atrás su anterior vida acuática. Y también a su numerosa familia marina. Su padre otrora humano y su hermosa madre devenida sirena-diosa del mar.

Hay en la simpleza de los trazos de Miyazaki un grito personal contra el poderío tecnologicista hegemónico del nuevo cine infantil todopoderoso. Un grito y un deseo unidos en una reivindicación del costado más naturalmente elemental de una realidad transformada en dibujos de colores puros y primarios para que la magia vuelva posible lo imposible, visible lo invisible y verdadero lo artificial. Es con esas construcciones de líneas artesanales que se logra despertar un placer tan primitivo como sublime: el que solo se disfruta en la pantalla grande. No hay buenos impolutos ni deliberadamente villanos. No existe el maquiavélico equilibrio Disney producido por los desarrollados estudios de mercado Pixar. Por eso en Ponyo hay una celebrada vuelta a la naturalidad, a la autenticidad y a la espontaneidad que solo una historia animada con esos personajes logra conmover y emocionar. La mágica comunión que se produce en una sala de cine.

Debo confesar que tuve reparos de ir solo a verla... Pero saben qué? no fui el único. Después de todo Soy Un Artista!. Lo merezco.

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